No es un secreto que disfruto de Valsequillo, mi pueblo natal, como si cada vez que voy hiciera años que no aparezco por allí. Pero hay algo del pequeño pueblo de medianías que me tiene más que contento y que no pensaba que fuera a extrañar tanto: Las siestas.
Acabas de comer y con la marea alcalina activada te recuestas con el airito que corre, la temperatura idónea para tener una sábana por encima, el loro diciéndo barbaridades en la terraza y ningún coche cacareando chatarra a kilómetros a la redonda.
Así da gusto echar una siesta, y la vida entera viendo reverdecer con un buen libro entre manos.
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Filed under: Pequeños Placeres, Valsequillo |
A mí me pasa lo mismo en Granadilla sip. A ver si me llevas un día a conocer Valsequillo!
tú lo que eres es un gandul…. ¡póngase a trabajar, coño! y menos siesta jajajajja
Sergio! si trabajar, trabajo ya lo sabes…pero esa siestita, de vez en cuando, en Valsequillo saben mejor que la modorra en El Sebadal tras el Multi…y lo sabes!